¿Autoedición o edición tradicional? Todos los caminos conducen a Roma | Jose Manuel Aparicio
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¿Autoedición o edición tradicional? Todos los caminos conducen a Roma

Todos los caminos conducen a Roma. Esta frase de origen imperial relativa a la amplísima red de calzadas romanas viene muy al caso del tema que hoy trato en esta entrada: la autoedición versus la edición tradicional. ¿Cuál es mejor? ¿Bajo qué parámetros? ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene cada una de ellas? Hoy vamos a arrojar en un poco de luz sobre este asunto.

El camino tradicional

Hagamos un poco de Historia. El siguiente ha sido, habitualmente, el camino para publicar: un autor terminaba su obra y la enviaba a un editor con la esperanza de que la publicase. Este método sigue existiendo. Uno ha de esperar a que alguien decida si su obra ha de ser publicada. Pueden pasar meses o incluso años hasta obtener alguna respuesta o, simplemente, no obtenerla. Silencio. Y el silencio es casi siempre sinónimo de descarte. Es una carretera de una única dirección y un único sentido. El atasco del tráfico editorial cae por su propio peso.

Por lo general, los escritores noveles contactan con editoriales con la esperanza natural de ser publicados. El desconocimiento del sector por parte de la mayoría de autores les hace pensar que su obra ha de ser publicada por una editorial tradicional porque sí, porque es buena y lo vale, porque se ha esforzado mucho y merece ser tenida en consideración. Sin cálculos presupuestarios, sin miramientos. Es posible que sí, que lo valga, pero la realidad es mucho más prosaica y menos literaria de lo que a menudo nos gustaría. Las más de las veces las editoriales tradicionales no se guían por parámetros de calidad literaria, sino por las modas. Un editorial es una empresa y una empresa vende productos. La obligación de la empresa, el fin para el que ha sido constituida, es fabricar y vender aquellos productos que puedan tener mayor penetración en el mercado en el menor tiempo posible. Buena prueba de ello son los enormes pilones de libros bien dispuestos en expositores de librerías y centros comerciales. ¿A quién no le gustaría estar ahí? A la mayoría seguro que sí, ¿verdad? Otra cosa es conseguirlo.

Tened siempre presente que en los tiempos en los que había dinero en el sector, las obras pasaban hasta cuatro filtros de corrección, con lo cual quedaban tan bien bruñidas como buenas gladius (por no perder el hilo histórico), haciendo que textos muy flojos llegasen a los lectores con una sensación de digna lectura, de lo que cualquier mente hábil deducirá que el criterio de selección de obras por parte de las editoriales tradicionales, en buena parte de los casos, poco o nada tiene que ver con la calidad literaria de la obra o las grandes dotes narrativas del autor o autora de turno. La obra puede ser buena. O no. Ese no es el criterio. El criterio es puramente mercantil. Y eso en sí mismo quizás no esté ni bien ni mal, tan solo depende del objetivo con el que una obra se publica.

¿Significa esto que es imposible publicar con un sello tradicional que se encargue de todos los gastos de producción y distribución de la obra? En absoluto. Pero es un mundo muy cerrado al que es complicado acceder. O tienes un nombre famoso o ganas un premio o eres un autor consagrado por el que es menos riesgo apostar… ¡o te autoeditas! Y, si te mueves bien y tu edición funciona, es probable que pongan los ojos en ti.

 El camino alternativo

En los últimos años se ha fortalecido una nueva vía para que el autor pueda editar su obra: la autoedición (fenómeno editorial que, en realidad, no es nuevo). Un autor termina su obra y la edita corriendo con los gastos de publicación. Puede hacerse de dos maneras, en plan casero o de forma profesional. Es fácil suponer cuál cuenta con más posibilidades de funcionar bien en el mercado. Hoy en día existen muchas empresas de servicios editoriales que ofrecen este servicio, aunque no todas con la misma calidad ni con la transparencia con que deberían, cuestión que trato más abajo.

Casos de éxito

Se me ocurren varios nombres que optaron por la autoedición y empezaron así a trazar un camino en algunos casos de notable éxito. Me viene primero a la cabeza Mikel Santiago, de Portugalete, como yo, autor de La última noche en Tremor Beach, publicada por Ediciones B. Un escritor que en breve lanzará su tercera novela, y que ya es traducido a varios idiomas. María José Moreno (trilogía del mal) o la archifamosa 50 sombras de Grey, que fue inicialmente un libro autoeditado. Casos como estos hay muchos. Y tirando de Historia, que nos encaja muy bien en este blog, autores mayúsculos de la talla de Marcelo Proust, Fiódor Dostoievski o Robert Louis Stevenson, entre otros, autoeditaron algunas de sus obras. ¿Quién osa discutir hoy la grandeza de estos nombres, de lo conseguido por ellos? El propio Stephen King, al que nadie puede rebatir su tremendo éxito, autopublicó su primera obra. Así comenzó a esbozar su camino. Son innumerables los autores que sirviéndose de la autoedición dieron a conocer sus primeras obras abriéndose las puertas, en muchos casos, de la admiración del público y el respeto de la crítica. ¿Qué sentido tiene esperar a que una editorial tradicional apueste por uno? Es como si un hombre o mujer de cuarenta años les preguntase a sus padres si le dan permiso para salir. El sector dispone de suficientes herramientas para ofrecer una edición cuidada y de calidad capaz de competir –incluso superar– por dentro y por fuera con las ediciones de los grandes grupos editoriales, y, de esta forma, introducirse en el mercado. Quizás, en buena parte de los casos, sin excesivas algarabías (en eso influyen factores como el marketing, el boca a boca, etc.), pero siempre permitiendo dar ese importante, necesario, vital paso que es publicar y obtener los comentarios del público que es, en última instancia, quien en verdad ha de concedernos su favor para que la carrera como escritor sea fructífera y duradera. Además controlarás todo el proceso de edición, conservarás el 100% de los derechos y recibirás el beneficio total de las ventas (si no caes en manos de desaprensivos).

La primera norma es autoeditar bien. Uno de los grandes males que amenazan a la autoedición y a la credibilidad de los autores son las ediciones poco cuidadas: textos sin corregir, maquetas con multitud de desajustes, diseños de cubiertas muy pobres… Si te vas a autoeditar y quieres causar buena impresión en los lectores, hazlo bien. Mucho ojo con los piratas. Los hay a patadas. Te ofrecerán el oro y el moro, un éxito sin precedentes y te encumbrarán hacia el estrellato. Esto no solo no es fácil, sino que, con frecuencia, te ofrecerán contratos leoninos que firmarás incautamente guiado por la ilusión y las palabras que querías oír pronunciadas por lenguas sin escrúpulos. Y te cobrarán cantidades desorbitadas. Desconfía de lo excesivamente fácil.

¿Garantiza la autoedición el éxito? Puede que sí o que no. Ese depende del listón que se marque cada autor: para qué quiere publicar, con qué objetivo. Lo que sin duda representa la autoedición es la opción de publicar, de apostar por uno mismo, de quitarse la ansiedad, de entrar en contacto con las corrientes literarias y con tu primer público, de no esperar a que otro te diga si tu obra ha de ser o no publicada. Razones de suficiente peso para contemplarla como una opción más que digna e interesante. A veces sorprendente.

Resumiendo, es una sensación natural querer que una editorial tradicional apueste por uno. Quien más quien menos, todos pensamos en ello. Pero no hay que cerrarse, no hay por qué pensar que si una editorial tradicional no apuesta por ti, es que no tienes futuro o que tu obra no tiene el menor valor. Esto no funciona así. Solo tú, en realidad, puedes cerrarte las puertas. Existe una alternativa, la autoedición, que bien trabajada es una formidable oportunidad para comenzar una carrera, o incluso para asentarse en ella y, también, un camino que te puede acercar a la edición tradicional. Recuerda que todos los caminos conducen a Roma.

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